Creado en los años 1960, el concepto de ética ambiental tiene un origen filosófico y consiste en un conjunto de teorías e indicaciones prácticas que se centran en el medio ambiente. Además de tratar de promover una relación más estrecha y cuidadosa con el medio ambiente natural, la ética ambiental aboga por que las relaciones entre los seres humanos sean respetuosas y constructivas y que esta lógica se extienda a la relación con los animales, las plantas, las especies y los ecosistemas.
La variación ambiental de la ética, aunque aparentemente simple, es compleja y aún hoy merece la atención de los expertos e investigadores, especialmente los que tratan de comprender las formas en que el hombre puede adquirir la capacidad de tratar con el medio ambiente natural de una manera más consciente y menos destructiva.
Debido a su alcance y profundidad, la ética ambiental es claramente de gran importancia hoy en día. El aumento de la conciencia sobre el medio ambiente hace que los impactos de la acción humana sobre la naturaleza sean cada vez más claros y muestra cuán desastrosos pueden ser los resultados en ausencia de un sentido ético adecuado.
Según las premisas básicas de la ética ambiental, las actitudes de los hombres deben medirse en función de la relación que establecen consigo mismos, con sus iguales y con todos los seres vivos, sin ninguna jerarquía. Un tipo de percepción que podría ayudar, y mucho, en las resoluciones para garantizar un futuro verdaderamente sostenible para el planeta.